La desinformación, ahora conocida como noticias falsas o directamente con el anglicismo fake news, ha contaminado el discurso público durante siglos, incluso milenios. En esta era se ha ampliado como un arma de terroristas, hostigadores de la mafia y grupos de presión que intentan desestabilizar en su beneficio los procesos electorales para ampliar así las fisuras sociales, subvertir la democracia y, en algunos casos, impulsar los regímenes autoritarios.
La diferencia entre la propaganda en el Tercer Reich o antes de la Revolución francesa está en que hoy en día existen herramientas potentes con nombres de sobra conocidos: Facebook, Twitter y Google, gigantes bajo presión para tomar medidas. Nos ayudamos de la agencia Bloomberg para hacer un breve repaso.
- 1. ¿Qué es la desinformación?
Se suele definir como contenido falso difundido con la intención específica de engañar, engañar o manipular. No se debe confundir con información errónea, que por muy errónea que sea no cuenta con la misma intencionalidad.
La desinformación puede adoptar muchas formas: noticias de toda la vida, tuits o publicaciones de Facebook e Instagram; anuncios pagados en redes sociales e, incluso, grabaciones tendenciosamente editadas distribuidas en las redes sociales o mediante aplicaciones de mensajería (sobre todo Whatsapp). Para
Los principales creadores de noticias falsas han sido históricamente los Estados, por la misma razón que han sido quienes se han encargado de controlar o cegar los canales que no interesaban a su mensaje. En las dictaduras parecen más fácilmente identificables sus señales. Pero el fenómeno es global e histórico. La difusión de imágenes ha sido una de las evoluciones tecnológicas que más han hecho por las la desinformación, al dar una apariencia de infalibilidad a la información. Las imágenes del cormorán agonizante embadurnado en petróleo emitidas y publicadas durante la Guerra del Golfo de 1991, desatada tras la invasión de Kuwait por Irak, eran un montaje que encajaba como un guante en el relato sobre el ecoterrorismo practicado por Saddam Husseim.
La cosa no queda aquí. Con el avance de la tecnología han irrumpido en el último año los llamados deepfakes: vídeos o clips de audio en los que mediante machine learning las máquinas son capaces de poner la cara de una persona concreta en el cuerpo de otra. Resulta estremecedor ver a Bill Hader convertirse en Tom Cruise o en Arnold Schwarzenegger.
2. ¿Qué es diferente en la era de Internet?
La principal diferencia es evidente: se ha producido un brutal proceso de desintermediación que ha bajado las barreras de entrada a la comunicación. Con Facebook y Twitter, los modernos proveedores de desinformación solo necesitan una computadora o un smartphone y una conexión a Internet para llegar a una audiencia potencialmente enorme. No se requiere siquiera dar la cara: puede disfrazarse de alguien u otra cosa, como un movimiento de base. La tecnología permite , se pueden desplegar ejércitos de personas, conocidos como trolls y los llamados bots de Internet, software que realiza tareas automatizadas rápidamente, para impulsar campañas de desinformación a gran escala.
Pero no nos engañemos: aunque “hay una cierta sensación de que hay una descentralización, la propaganda sigue estando en manos de quien realmente puede hacerla, ya sean Estados, gobiernos, grupos de poder”, asegura Pablo Sapag, profesor de Historia de la Propaganda de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Siria en Perspectiva. De una crisis internacionalmente mediatizada al histórico dilema interno. “La propaganda solo es efectiva si se hace de forma profesional y quienes tienen capacidad de hacer propaganda no son los individuos, son las organizaciones, ya sean estatales o de otro tipo”.
Es lo que se llama troleo hecho por el Estado, cuando los gobiernos se empeñan en generar multitudes de odio digital para difamar a activistas o periodistas críticos, suprimir la disidencia, socavar a los opositores políticos, difundir mentiras y controlar la opinión pública. Si los el poder de un Estado se pone manos a la obra
- 3. ¿Quién es el principal responsable de la desinformación?
Este año, diversos investigadores de la Universidad de Oxford encontraron evidencias de "campañas de manipulación de redes sociales" por parte de gobiernos o partidos políticos en 70 países, frente a apenas 28 países en 2017. Facebook es, como era de esperar, el principal lugar donde se difunde la desinformación. Todas las miradas (y la de los investigadores de Oxford también), se dirigen generalmente hacia Rusia. Pero el informe de Oxford señala que China se ha convertido en "un jugador importante en el orden mundial de desinformación". Junto con esos dos países, otros cinco, India, Irán, Pakistán, Arabia Saudita y Venezuela, han utilizado Facebook y Twitter "para influir en el público global".
- 5. ¿Qué me puedes contar de China?
Tanto Twitter como Facebook revelaron en agosto una operación de información respaldada por el Estado chino lanzada a nivel mundial para deslegitimar el movimiento prodemocrático en Hong Kong. En esa ocasión Twitter dijo que había eliminado 936 cuentas que estaban "intentando deliberadamente y específicamente sembrar la discordia política en Hong Kong". Facebook dijo que había encontrado una operación similarrespaldada por el gobierno chino y eliminado cuentas falsas para que sus servicios no "se usen para manipular a las personas".
- 6. Y ya que estamos, ¿qué hace Rusia?
Un estudio de Rand Corp. sobre el conflicto en el este de Ucrania, que se ha cobrado unas 13.000 vidas desde 2014, descubrió que el gobierno ruso bajo la presidencia de Vladimir Putin realizó una sofisticada campaña en las redes sociales que incluía noticias falsas, bots de Twitter, comentarios no atribuidos en páginas web y promoción de hashtags para "movilizar apoyo, difundir desinformación y odio e intentar desestabilizar la situación". Otro esfuerzo ruso es el ya de sobra conocido que tuvo lugar durante la campaña de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, llegando a millones de votantes estadounidenses con publicaciones falsas y anuncios con los que recabaron datos e influyeron el voto.
- 7. ¿Cómo están respondiendo las empresas de redes sociales?
Pese a ser los principales beneficiarios, han sido los legisladores los que han ejercido presión sobre las compañías. Facebook y Google han comenzado a exigir a los anuncios de contenido político que se pretendan publicar en Estados Unidos y Europa que se revele quién está detrás de ellos. La división de YouTube de Google también asegura haber ajustado los algoritmos que deciden los vídeos que se van a ver a continuación para limitar las recomendaciones de presuntos vídeos falsos o inflamatorios, un movimiento al que se había resistido durante años.
WhatsApp, filial de Facebook, limita a cinco a las personas o grupos a los que se puede reenviar un mensaje. Su empresa matriz asegura que pasó 18 meses preparándose para las elecciones de la India en 2019: bloqueó y eliminó cuentas falsas, buscó intentos de intromisión y se asoció con verificadores externos (aunque relativamente pocos) para combatir las llamadas fake news. Facebook también anunció recientemente que ha desarrollado herramientas de inteligencia artificial para ayudar a identificar contenido que sea abusivo o que viole las políticas del sitio. A raíz de la masacre del 15 de marzo en Christchurch, Nueva Zelanda, Facebook, Google y Twitter firmaron un acuerdo voluntario con líderes mundiales comprometiéndose a combatir el discurso de odio en línea.
Facebook, por último, está trabajando en una News Tab, un servicio de noticias que estará curado por seres humanos y para el que está negociando con las principales cabeceras de EE UU.
Fuente: retina.elpais.com