Los ciclos económicos existen. Eso no significa que haya que ignorarlos o considerarlos una fatalidad del destino. La razón por la que en el mundo hemos alcanzado un nivel de desarrollo impensable hace décadas, añadido a la mayor y más rápida reducción de la pobreza y mejora de las condiciones de vida de todos, es precisamente porque los agentes económicos se adaptan y el ingenio humano nos lleva a nuevos máximos de bienestar.
La economía no es una fatalidad y los cambios no son nada más que estupendas oportunidades para continuar avanzando.
Sólo el tiempo dirá si estamos o no en el umbral de otra gran recesión mundial. Lo que sí es seguro es que el temor a su llegada crece a medida que avanza el año y los inversores llevan ya semanas buscando refugio de manera desesperada. También las economías más importantes del mundo están tomando posiciones, al margen de confiar en las políticas de alivio que puedan adoptar los bancos centrales.
Aunque en nuestro país, quizá por las vicisitudes políticas por las que atraviesa, no parece que estemos preparando esas medidas, lo cierto es que España puede afrontar la ralentización con las políticas adecuadas, y aprovechar el entorno global para mostrar que, ante la incertidumbre, el sitio donde invertir es España.
Es momento de mirar al futuro con optimismo y con ilusión porque tenemos todos los ingredientes para fortalecer la economía, haya o no recesión a corto plazo.
España puede beneficiarse de las cuatro tendencias más importantes de la economía global a largo plazo:
1.- La revolución tecnológica: atrayendo empresas con una fiscalidad adecuada para las actividades y, sobre todo, los emprendedores y empleados que reciben acciones como remuneración, y cercenando la burocracia.
2.- El aumento de la clase media a nivel global: En el rato en el que usted lea este artículo, habrán entrado en la clase media más de 5.000 personas en el mundo. Nuestro país ofrece bienes y servicios de máxima calidad para atender a esa demanda maravillosa.
3.- El reto demográfico: La longevidad no es un problema ni mucho menos una carga. Debemos estar muy orgullosos de ser un país que ofrece la mejor calidad de vida y una de las mayores esperanza de vida a los ciudadanos. Pero se deben poner en práctica políticas serias que favorezcan la natalidad, que eliminen la ridícula obsesión con el presentismo laboral y adopten las oportunidades que ofrece el teletrabajo, que no se hunda a impuestos a las familias.
4.- La descarbonización: Con una política energética que ponga la competitividad y la tecnología como pilares fundamentales y deje que nuestros líderes mundiales en cambio tecnológico sigan fortaleciéndose. Para que el proceso no suponga una carga de elefantes blancos innecesarios (planes E encubiertos como los que se han presentado recientemente) ni la caza de subvenciones, sino una oportunidad de convertir a España en un líder en competitividad y creación de empleo que atraiga, en vez de desplazar, industrias.
La mejor política social es el empleo, la mejor manera de afrontar el reto tecnológico es atraer inversión y liderarlo, no intentar pararlo, y la mejor manera de enfrentarse a un entorno de desaceleración es que los que mejor han gestionado la crisis, empresas y familias, dispongan de más de su propio dinero.
Aumentar la renta disponible, facilitar y fortalecer la inversión bajando impuestos y reduciendo burocracia son factores esenciales para evitar caer en los errores de “los brotes verdes” y gastar “porque tenemos margen”.
Solo vamos a fortalecer la economía española atrayendo más, mayores y mejores empresas y con ello mayor empleo y bienestar. No existe el sector público sin un sector privado dinámico y fuerte, y si no nos damos cuenta de ello, en pocos años veremos que las empresas a las que atacan eligen otros lugares para invertir y que expoliar a los ciudadanos no genera bienestar sino empeoramiento.
La clave de este periodo es simple y a la vez difícil: la política fiscal es el epicentro sobre el que se asientan los incentivos orientados al crecimiento y la prosperidad. Por ello, es más necesaria que nunca una revolución fiscal que ponga en valor el esfuerzo y trabajo de familias, trabajadores, empresarios y emprendedores. Para que sepan que cuando lleven a cabo su proyecto, el fruto de su esfuerzo y de su ahorro no va a ser confiscado.
El respeto absoluto a la propiedad privada y al esfuerzo de los creadores de riqueza, con un sector público sólido que da servicio, es la mejor manera de mejorar el bienestar de todos.
Nos enfrentamos a un periodo difícil pero no podemos caer en el victimismo. España puede revertir esta situación de deterioro por goteo y acabar con el rentismo de los que ponen escollos al crecimiento y luego se presentan como salvadores. Lo primero es aprovechar que en los próximos años se invertirá más de un billón y medio de euros en tecnología y nuevas empresas. Para que lo hagan en España es esencial acabar con el tsunami fiscal y burocrático que frena nuestras oportunidades.
Es esencial terminar con la mentalidad de Sheriff de Nottingham que siempre se queja de que recauda poco, que siempre piensa que usted gana mucho y ellos gastan muy poco. España recauda una cifra ópticamente baja sobre el PIB porque tiene más del doble de paro y empresas mucho más pequeñas que sus países comparables, no porque los impuestos sean bajos.
Menos burocracia, más facilidades y una fiscalidad orientada al crecimiento nos pueden ayudar a liderar el crecimiento espectacular que vendrá de las cuatro tendencias mencionadas. La política del avestruz y volver a los errores de 2009 solo harán que España pierda el tren del crecimiento y bienestar que llegará con seguridad en las próximas décadas.
Sobre la base del artículo del mismo titulo publicado por Daniel Lavalle en el www.espanol.com