Algunas voces del mundo de la gran empresa empiezan a defender que quien más beneficios tiene más debería contribuir: o, como mínimo, hacerlo en la misma proporción que el resto
Hace unos días, Carles Navarro, director general de BASF Española y presidente de la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique), publicó el siguiente tuit: «Subir impuestos en la actual situación de emergencia, ¿sí o no? Las empresas con beneficios tenemos un deber hacia la sociedad que nos acoge, no solo hacia nuestros accionistas. Los accionistas nos prestan su dinero, la sociedad y el planeta, todo lo demás».
Poco después, ampliaba su reflexión en Linkedin, una red social profesional más propensa que Twitter al debate sosegado: «Hoy he publicado este tweet, y he comprobado que se trata de un tema altamente sensible, del que probablemente no debatimos lo suficiente. Las personas físicas pagamos un impuesto sobre la renta progresivo, con ciertas deducciones, que nunca inciden en el monto final a pagar más allá de un par de puntos porcentuales».
«Las empresas, en cambio, están sometidas al tipo fijo del 25% del impuesto de sociedades, tanto si son microempresas como si son grandes empresas con miles de trabajadores. Mediante diversos mecanismos -totalmente legales- es posible reducir el nominal hasta dejarlo en la mitad o incluso menos, siempre hablando de empresas con beneficios», exponía Carles Navarro.
«No me parece un sistema justo. ¿Por qué un trabajador debe contribuir con por ejemplo el 25% de su sueldo al estado, y una empresa puede acabar pagando un 10% o menos de sus beneficios? ¿No sería lógico que una empresa con un 30% de beneficio neto sobre ventas pagara más impuesto de sociedades que una con solo un 5%? ¿No sería lógico que empresas y personas físicas pagaran porcentajes similares por sus ingresos?».
Carles Navarro ha puesto el foco en lo que tanto desde el mundo de las pymes y los autónomos (con pronunciamientos frecuentes por parte de organizaciones como Pimec), como desde los profesionales de la fiscalidad llevan tiempo reivindicando: que los tipos efectivos que pagan las grandes empresas siempre acaban estando por debajo del resto de contribuyentes.
Así lo ponía de manifiesto hace pocos días la asociación de Técnicos del Ministerio de Hacienda, Gestha, en un informe en el que se cifraba en un 6,9% el tipo efectivo medio en el Impuesto sobre Sociedades que los grandes grupos empresariales habían acabado pagando entre 2015 y 2018, frente al 12,4% que pagaron las empresas no integradas en grupos empresariales.
Las políticas públicas para mantener la economía tienen un coste que hay que pagar
En buena parte, gracias a una elusión fiscal perfectamente legal, pero que en opinión de este colectivo de profesionales es una de las principales causas que explican que la recaudación del año 2019 por el Impuesto sobre Sociedades, de 23.733 millones de euros, siga estando un 47% por debajo del máximo alcanzado en 2007, cuando se lograron recaudar por este concepto 44.823 millones de euros.
El Impuesto sobre Sociedades seguía siendo, en 2019, el único que no había recuperado los niveles de recaudación previos al estallido de la crisis de 2008, y lo era, en opinión de los Técnicos de Hacienda, porque 5.397 grandes grupos empresariales habían pagado prácticamente la mitad, en términos relativos, de lo que habían tenido que aportar las pequeñas y medianas empresas.
Dividendos y plusvalías
La razón es que esos poco más de 5.000 grupos empresariales acaparan un 75% de los 466.990 millones de euros de dividendos y plusvalías que no tributan en Sociedades, y cuyo volumen no ha dejado de aumentar en los últimos años. A esos beneficios exentos de tributación es a lo que se refería Carles Navarro en su tuit, en un posicionamiento público nada común, hoy por hoy, entre los directivos españoles.
«En nuestro país, un discurso de estas características no es muy habitual -reconoce José María Mollinedo, secretario general de Gestha-, mientras que es más habitual por parte de algunos multimillonarios de otros países, como los EEUU, donde no de forma excepcional hay una serie de personas que vienen reclamando a la Administración americana que aumenten su contribución fiscal. Es algo que se produce desde hace una década, cuando Warren Buffet dijo que no podía ser que, en términos relativos, su secretaria pagase más impuestos que él».
«Reclamar una mayor contribución fiscal, en nuestro país es sorpresivo», explica Mollinedo. «Es cierto -reconoce- que algunas grandes empresas, durante estos meses de pandemia, han hecho donaciones, y eso es algo digno de agradecer, pero lo que han ingresado por este concepto es incomparablemente inferior al 47% de desplome del Impuesto sobre Sociedades desde el año 2008».
«Las donaciones de cientos de millones de euros -prosigue- hay que agradecerlas, pero no tienen nada que ver con pagar los 21.000 millones de euros que faltan por recaudar. Eso no se ha recuperado, y sucede porque el tipo impositivo medio está a casi la mitad de lo que paga una pyme, partiendo de un impuesto en el que el tipo impositivo está al 25%».
«Es un contrasentido -prosigue Mollinedo- que empresas con un beneficio cien millonario o mil millonario tributen a la mitad que las pymes, y eso sin contar con lo que están evadiendo, porque en las grandes empresas, las prácticas elusorias (eludir el pago de impuestos acogiéndose a ingeniería fiscal) rayan la evasión».
«Hay casos de abusos de la norma tributaria -explica-, aparte de otras cosas que hemos visto con sociedades interpuestas y cuentas en paraísos fiscales, donde sí estaríamos hablando de evasión».
¿Momento de subir impuestos?
Organizaciones empresariales como Foment del Treball Nacional o la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) no se han cansado en estos últimos días de alertar de que una subida de impuestos puede ser devastadora para la recuperación de la actividad económica.
Desde el colectivo de Técnicos de Hacienda, José María Mollinedo argumenta que «si los ingresos caen y el gasto aumenta, el recurso al endeudamiento público tiene un recorrido: en algún momento, ese endeudamiento habrá que pagarlo, y ajustar ese endeudamiento nos va a exigir una mayor contribución fiscal».
«Desde la patronal se dice que no es momento de subir impuestos. ¿Pero sí lo es de reclamar ayudas? A las empresas -prosigue Mollinedo- se les están facilitando ayudas, a través de un plan de avales del ICO, y si hay algún impago, esa deuda acaba a costa del bolsillo de los ciudadanos. Recuerda a la frase de ‘socializar las pérdidas y privatizar los beneficios’ que se hizo tan popular en 2008. Los gobiernos es cierto que pueden ayudar a personas y empresas, pero eso tiene un coste, y es un contrasentido que quien reclama ayudas en penuria no quiera contribuir cuando le va mejor».
Oriol Amat, catedrático de Economia Financera i Comptabilitat de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y vicedecano del Col·legi d’Economistes de Catalunya, coincide en que «lo que todo el mundo está pidiendo para que la crisis sea más corta es que los gobiernos rescaten la economía, pero todos estos ERTE [que han servido para mantener los empleos] en algún momento se tendrán que pagar».
A quién se le va exigir esa mayor contribución fiscal es la pregunta. «Desde el Banco de España, por ejemplo, apuestan por una subida del IVA -explica Mollinedo-, pero esa es una medida que organizaciones como la OCDE o el FMI ya hace tiempo que piensan que es regresiva para la mayoría de los declarantes. En España, los ingresos del 85% de los declarantes están por debajo de los 30.000 euros: una subida del IVA les quita poder de compra».
«Ahora -añade Oriol Amat, de la UPF-, más que subir los tipos impositivos, de lo que se está hablando es de que quien tenga más rentas y beneficios más pagará. También creo que es el momento de resolver mejor todo el tema de la elusión y la evasión fiscal. No se trata de recaudar más haciendo pagar más a los que ya pagan, sino recaudar más resolviendo esto. Hay países en los que una de las condiciones que se les han puesto a las empresas que reciben ayudas es que no operen a través de paraísos fiscales. Eso no ha sucedido aquí. Hay que revisar la elusión fiscal».
Acabar con la elusión
«Es una tendencia reciente -añade- hablar de que las empresas han de contribuir más, y es bueno que algunas empresas estén dispuestas a poner más. Porque, quien más tiene, ha de poner más, especialmente en el momento actual. ¿Subir el IVA? Pienso que tenemos que hacer que el consumo se mantenga, por eso apostaría por todos esos impuestos que introduzcan progresividad. Atacando la elusión y la evasión tendríamos ya los ingresos que necesitaríamos».
¿Cómo se ataca la elusión, si lo que hacen esas grandes empresas para rebajar su tipo efectivo es perfectamente legal? Oriol Amat lo tiene claro: «Entonces habrá que cambiar la legalidad, para que las empresas tributen allí donde tienen su actividad económica».
«Para empezar -concluye- se necesita una estrategia europea, porque la elusión comienza cuando no hay armonización fiscal, como sucede también dentro del Estado español. Quizás es el momento de hacerlo».
Fuente: diaridetarragona.com